¿Cómo afecta el tabaco al asma?
Fumar es un hábito perjudicial para la salud, pero es especialmente dañino para las personas con asma. Esta acción inflama, estrecha y llena de mucosidad las vías respiratorias; los mismos síntomas que provocan problemas respiratorios en las personas con asma. Por eso, un fumador con asma tiene más probabilidades de tener ataques graves y más frecuentes.
Los peligros del humo del tabaco
Respirar el humo del tabaco que fuman otras personas es uno de los desencadenantes conocidos del asma. El humo del cigarro, también se puede impregnar en los tapizados, la ropa y las alfombras, y deja carcinógenos que no se pueden lavar con agua y jabón.
Entre los síntomas que puede experimentar una persona que sufre de asma y fuma, se encuentran:
- Peor control pulmonar.
- Mala calidad de vida
- Menor eficacia en el tratamiento para el asma.
- Mayor frecuencia de crisis, visitas a urgencias y necesidad de ingresos hospitalarios.
- Aumenta el riesgo de mortalidad.
- Incrementa el riesgo de desarrollar una forma mixta de enfermedad asma-EPOC.
Por otra parte, los niños que están cerca de otras personas que fuman son mucho más propensos a las siguientes complicaciones:
- Necesitar atención en salas de emergencia con más frecuencia.
- Faltar a la escuela con más frecuencia.
- Tener asma que sea más difícil de controlar.
- Tener más resfriados.
- Empezar a fumar ellos mismos.
Los ataques de asma pueden ser leves, moderados o graves y hasta poner en peligro la vida. El humo de segunda mano es una mezcla de gases y partículas finas que incluyen humo que se forma de los productos de tabaco encendidos, como cigarrillos, puros o pipas y humo que ha exhalado alguien que está fumando.
El humo de segunda mano contiene más de 7,000 sustancias químicas, incluso cientos que son tóxicas y unas 70 que pueden causar cáncer.
¡Recuerda que lo más importante es tu salud y dejar de fumar te ayuda a mantener sano tu sistema respiratorio!
Fuente: https://kidshealth.org/
Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades
Por Daniela Valdebenito